miércoles, 11 de septiembre de 2013

Comunidades de práctica, una estrategia para compartir el aprendizaje



“El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos territorios, sino en tener nuevos ojos”. Marcel Proust

El espacio para aprender puede ser cualquier lugar, especialmente en donde se gesta el trabajo diario y en donde se promueve la colaboración entre quienes juegan el papel de  alumnos y quienes tienen el rol de facilitadores, mentores o maestros;  lo importante es sumarse a proyectos que reditúen en un excelente grado de capacitación y que maximicen el talento que existe alrededor de la industria.

Dar un significado especial al valor de la evolución constante, de la mejora incesante y de la búsqueda persistente de nuevos caminos y soluciones podría allanar aquel que nos lleve al logro de los objetivos y metas planteadas y deberá contener en sus principios un total respeto hacia los intereses, capacidades y necesidades de los integrantes del grupo que conforman cualquier tipo de comunidad. 

         Para los seres humanos, agruparnos es de manera intrínseca una necesidad y a la vez una herramienta que nos ha permitido a través de los años llevar adelante un sinfín de empresas; una comunidad de práctica, según Wenger, McDermott, Snyder, (2002), se define como “un grupo de personas que comparten un interés  común, un conjunto de problemas o simplemente tienen la pasión de compartir un tema en particular y desean profundizar su conocimiento y experiencia a través de distintos procesos de interacción”. 

            Las organizaciones de alto rendimiento a través de equipos que pueden ser de trabajo, de perfeccionamiento o de integración, Boyett y Boyett (1998) logran activar la cultura de generar y compartir el conocimiento y ligarlo a las estrategias que identifiquen, sistematicen y desarrollen el capital humano en la organización y fuera de ella. Estos equipos al conformarse bajo los paradigmas de las comunidades de práctica,  trabajar de forma presencial o a distancia y de manera sincrónica o asincrónica.

 “El hecho de que la estructura del empleo evolucione rápidamente sirve de pretexto para afirmar que los conocimientos básicos  deberán bastar para preparar a los individuos a enfrentarse a un mundo en constante mutación” y  cuales conocimientos serán los primordiales para  las que las generaciones actuales se conduzcan en la búsqueda incansable de respuestas, no solo para satisfacer necesidades específicas, sino para generar cambios profundos.   

“Está demostrando que la cooperación entre la academia y  la industria eleva la calidad de la enseñanza, cuando el trabajo entre los estudiantes y los docentes plantea problemas concretos que obligan a pasar de la esfera de las ideas a la del mercado”, este será el lugar de aprendizaje por excelencia, en adultos y jóvenes que identifiquen cual es su mejor lugar para trabajar.

         Para que la comunidad, tanto de aprendizaje como de práctica sea efectiva, habrá que buscar canales eficientes para compartir información y conexiones personales, crear un repositorio dinámico para la retención de conocimientos, crear soluciones innovadoras para transferir las mejores prácticas, tal como lo menciona Vestal, citado por López Falconi (2010); todo esto mediado por tecnología y facilitado su trabajo gracias al uso del internet. 

El papel de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) en conjunto con el diseño instruccional y la experiencia ganada a lo largo de los años conforman una mezcla que deberá responder a las necesidades de cada organización, agrupando sus necesidades pero también compartiendo conocimientos, experiencias, problemas y soluciones innovadoras; todo ello optimizando recursos. 

Dicho de otra forma, el aporte de los paradigmas de las comunidades de práctica es poner de relieve la importancia del aprendizaje colaborativo, entendido como un hecho colectivo en donde la adquisición de conocimientos es vista como un proceso de carácter social, este en contraposición del modelo tradicional en donde el aprendizaje ocurre de forma individual y es limitado a las capacidades personales. Así las tres premisas o dimensiones –como el mismo Wenger las denomina- son el compromiso mutuo, la empresa conjunta y el repertorio compartido, dando así carácter e identidad a las comunidades de práctica e identificando diferencias sustanciales con los equipos de trabajo o colaborativos. Estas se caracterizan por ser mucho más flexibles y eliminar las barreras jerárquicas que se identifican en los equipos de trabajo, sin embargo si se mantiene una estructura organizacional duradera en la que las conexiones con otras personas brindan oportunidades de solución a preocupaciones compartidas, problemas o simplemente profundizan conocimientos y pericia en un área específica.

Para conformar una comunidad de práctica es importante identificar primero cual será  la misión  y los objetivos que se persiguen; estructurar la temática y los contenidos; elaborar el diseño instruccional de las actividades a realizar, el formato de elaboración, entrega y socialización de conocimientos; creación de los espacios adecuados para ello ya sean presenciales o virtuales, sincrónicos o asincrónicos; posteriormente se abre convocatoria para  los interesados y se lleva a cabo la selección de participantes. Además es importante diseñar los indicadores de resultados e instrumentos de evaluación para tener el proceso completo y la pauta para iniciar ciclos nuevos.